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¿Cuáles son las alternativas a las transfusiones de sangre?

Escrito por Delfina Distefano | 2/12/20 19:29

En nuestro trabajo diario hay situaciones que rompen con ciertos procesos que tenemos muy incorporados y nos hacen reflexionar. Me refiero, por ejemplo, a un hecho muy cotidiano: recibimos una receta para cotizar un producto médico quirúrgico en la que se aclara que “el paciente es testigo de Jehová”.

Eso implica que esa persona no aceptará transfusiones de sangre, ya que su conciencia no se lo permite. Ante esos momentos desafiantes conviene informarse y conocer las alternativas disponibles.

A partir de la interpretación de varios pasajes de la Biblia, los testigos de Jehová no aceptan recibir transfusiones de sangre porque entienden que para Dios la sangre representa la vida y, por respeto a él, obedecen el mandato bíblico de abstenerse de sangre. La negativa de parte de quienes profesan esa religión, sumada a múltiples avances científicos, ha permitido que se desarrollaran técnicas médicas alternativas que, incluso, se utilizan también en pacientes que no profesan esa religión.

Si retrocedemos en el tiempo, lo cierto es que la Justicia ya ha tomado cartas en un asunto que generó varias polémicas entre los profesionales de la salud y la opinión pública en general. En la Argentina hubo un caso emblemático que dio lugar al conocido “fallo Bahamondez”: en 1989, un hombre que pertenecía a dicho culto fue internado en el Hospital Regional de Ushuaia por una hemorragia digestiva y se negó a recibir transfusiones de sangre.

Si bien en primera y en segunda instancia la decisión de los jueces había sido desfavorable para el paciente, la Corte Suprema de Justicia resolvió, luego, que quien rechazara una terapia recomendada o prescripta por el médico y con esa negativa pusiera en riesgo, incluso de muerte, nada más que su propia salud y su propia vida, no podía ser obligado a ese tratamiento. Lo curioso es que el fallo llegó 4 años más tarde, cuando Bahamondez ya había sido dado de alta sin haber sido transfundido. 

 

 

Entre 2013 y 2018 hubo un aumento de 7,8 millones en las unidades de sangre donadas por voluntarios no remunerados. En total, en 79 países, este grupo aportó más del 90% del suministro de sangre.

(Fuente: Organización Mundial de la Salud)

 

 

Lo cierto es que la “cirugía sin sangre” ha ganado terreno en los últimos 20 años, no sólo por motivos religiosos y por el respeto a la autodeterminación del paciente, sino también por las reacciones inmunológicas postransfusionales y la escasez de sangre en los bancos, por ejemplo. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda una “utilización racional de la sangre y los hemoderivados para reducir el número de transfusiones innecesarias y minimizar los riesgos relacionados con la transfusión”, así como “el empleo de soluciones distintas de la transfusión, siempre que sea posible”.

 

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¿Cuáles son las alternativas a las transfusiones sanguíneas?

En múltiples especialidades médicas –cirugías cardiotorácicas y ortopédicas, hematología, cuidados intensivos, obstetricia, oncología, urología, etc.– existen diversas estrategias clínicas para atender a pacientes sin usar transfusiones de sangre.

A grandes rasgos, hay 4 puntos clave para tener en cuenta:

  1. Reducir al máximo las pérdidas: optimizar el empleo de estrategias destinadas a controlar las hemorragias.
  2. Rentabilizar la sangre del paciente: usar de forma racional la sangre autóloga –la que la persona dona para sí mismo– durante el intraoperatorio y el postoperatorio.
  3. Emplear fármacos que estimulen y mejoren la producción endógena de sangre (hematopoyesis).
  4. Maximizar la tolerancia a la anemia.

Asimismo, resulta fundamental la planificación preoperatoria y la correcta evaluación clínica del paciente. Eso permite, entre otras cosas, obtener un diagnóstico precoz para tratar o prevenir la anemia, por ejemplo, así como la división de intervenciones complejas en varias etapas. Una correcta planificación de las intervenciones también abre la puerta a elegir técnicas mínimamente invasivas y a un uso razonable de anticoagulantes, antiagregantes plaquetarios y otros productos que puedan afectar la coagulación.

 

 

A principios de la década de 1960, el cirujano estadounidense Denton Cooley realizó una de las primeras cirugías a corazón abierto sin sangre a un paciente testigo de Jehová.

 

 

Ya en la fase intraoperatoria, las alternativas a las transfusiones se relacionan mayormente con la hemostasia: las técnicas quirúrgicas meticulosas, la hemostasia mecánica, la utilización de fármacos que frenen los procesos hemorrágicos, otras técnicas de ahorro de sangre –anestesia hipotensora, posicionamiento quirúrgico y normotermia, etc.– y la embolización angiográfica están entre las opciones por considerar. Finalmente, en el postoperatorio resulta esencial evaluar de forma continua el estado de coagulación, hacer un mantenimiento de la volemia, limitar la flebotomía y evitar la hipertensión y la hipotermia del paciente. 

Más allá de las cuestiones religiosas, evitar las transfusiones de sangre y hacer un uso racional de esta son estrategias alternativas que seguirán afianzándose en todo el mundo, aunque la donación sigue siendo un punto clave y necesario para la práctica quirúrgica.

En todos los casos, a los avances en las técnicas médicas, hay que sumarle la creciente importancia de tener un diálogo sincero con los pacientes y el enfoque interdisciplinario.

 

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