Luego de más de un año del inicio de la pandemia, la “nueva normalidad” impacta en el ámbito quirúrgico. Luego de que el sistema de salud se viera obligado a readaptar toda su operación para evitar un colapso, las intervenciones quirúrgicas programadas y las de urgencia respetan hoy un estricto protocolo que permite dar una mejor asistencia y mayor seguridad a los pacientes y al personal de salud.
Frente a la imposibilidad de postergar algunas intervenciones, los procesos dentro de la sala de cirugía tuvieron que reevaluarse con el objetivo de disminuir posibles contagios y así poder operar de manera segura.
¿Cómo se modificaron estas prácticas y qué sucede en la actualidad?
La bioseguridad o el conjunto de normas y procedimientos que tienen por objeto disminuir o eliminar los factores de riesgo biológicos que puedan llegar a afectar la salud o la vida de las personas, fueron reforzados y están siendo aplicados más que nunca para velar por la seguridad de los pacientes.
Ante el escenario COVID-19, las principales asociaciones médicas de la Argentina que representan a cirujanos, anestesistas, enfermeros y comisiones de infecciones, confeccionaron un documento de recomendaciones para la atención de pacientes quirúrgicos sospechosos o confirmados y las medidas de prevención para el personal de salud, las cuales compartimos a continuación:
De acuerdo con un estudio realizado sobre 140.000 pacientes con COVID-19 de 116 países, es conveniente que las personas infectadas esperen siete semanas antes de someterse a una cirugía Fuente: Revista Anaestethia
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En el caso de las cirugías programadas, siempre se evalúa la presencia de síntomas compatibles con COVID-19 en los 14 días previos al ingreso de los pacientes. En general, estos se realizan a través de un cuestionario en el que se pregunta si han tenido síntomas o contactos estrechos con personas infectadas o como Declaración Jurada. Esta evaluación se repite en el momento del ingreso del paciente.
Del mismo modo, los pacientes deben ser correctamente informados de los riesgos y beneficios de someterse a la intervención quirúrgica, así como de las condiciones del centro médico y las características de cada operación.
Además de conocer la situación epidemiológica actual y los riesgos a los que se somete, el paciente debe ser informado sobre la importancia que adquiere en su situación mantener las medidas básicas para evitar el contagio, tanto antes de la intervención como durante el ingreso y en el período postoperatorio.
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A su vez, para la atención de pacientes COVID-19 sospechosos o confirmados en la sala de operaciones se sugiere:
El equipo de protección personal (EPP) que debe ser utilizado ante la posible exposición con sangre o fluidos corporales incluye:
Es necesario capacitar y realizar simulaciones de colocación y retiro de los EPP y para ello se han establecido check lists específicos tanto para su colocación como para su retiro.
Si bien se realizaron algunos cambios en los protocolos ya existentes, las bases permanecen en mayor medida sostenidas por la normativa actual. La Asociación Argentina de Cirugía publicó en 2020 recomendaciones generales de atención de la patología quirúrgica en el contexto de la pandemia por COVID-19. En el documento, se destaca que para las técnicas quirúrgicas se debe tener en cuenta:
Adicionalmente, se resolvió que, cuando un paciente es COVID-19 positivo o sospechoso las cirugías de emergencia serán realizadas con el EPP indicado (camisolín hemorrepelente, barbijo quirúrgico, protección facial y antiparras, cofia, botas y guantes estériles). En caso negativo o sin hisopado, si el paciente no presenta síntomas compatibles, se debe realizar la cirugía con la vestimenta quirúrgica habitual.
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En el caso de los residuos, no se requiere tratamiento especial por tratarse de COVID-19, sino que se recomienda seguir las regulaciones de residuos biopatogénicos de cada provincia o ciudad. Y en cuanto a la estadía en los hospitales, la recomendación es que sea la mínima necesaria para reducir el riesgo de contagio. Por la misma razón, también se ha reducido la cantidad de acompañantes al mínimo indispensable.
De acuerdo con el estudio publicado en la revista Anaestethia, los investigadores de COVID-19 descubrieron que los pacientes que van a cirugía tienen dos veces y media más probabilidades de morir en el postoperatorio si el procedimiento se realiza en las seis semanas siguientes a un diagnóstico positivo de SARS-CoV-2.
La probabilidad de morir y las complicaciones pulmonares aumentan entre 3 y 4 % entre el diagnóstico y la semana seis. A partir de la semana siete, la mortalidad baja a menos del 1,5%, que es el mismo nivel que tienen aquellas personas que no han tenido la enfermedad.
Si bien los quirófanos permanecieron cerrados durante buena parte de la pandemia, muchos pacientes ya accedieron a sus cirugías postergadas. Los profesionales médicos debieron rever no solo los protocolos, sino también la urgencia de cada caso.
Así, los profundos cambios en los procedimientos médicos y las nuevas formas de trabajo han permitido reactivar las intervenciones y adaptarse también a esta nueva normalidad.
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