Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que la atención sanitaria en el contexto de COVID-19 generó unas 2600 toneladas de desechos no infecciosos –principalmente, plástico de los kits de pruebas–, 731.000 litros de residuos químicos y 144.000 toneladas de desechos adicionales, en forma de jeringas, agujas y contenedores de seguridad.
Teniendo en cuenta que las salas quirúrgicas no son ajenas a este inconveniente, ¿cómo hacer para mejorar esta gestión y qué estrategias conviene llevar adelante para enfrentar la problemática?
El tratamiento y la evacuación de desechos sanitarios conlleva múltiples riesgos directos e indirectos para la salud, a través de la liberación de patógenos y contaminantes tóxicos. Como otras industrias, el sector médico y todos sus protagonistas se enfrentan al desafío de buscar alternativas para disminuir el impacto en el medio ambiente. Pero ¿cómo?
Además de tomar consciencia y capacitarse en la materia, los profesionales e instituciones deben involucrarse en la búsqueda de métodos para reducir al mínimo los desechos y para su reciclaje; así como para manipularlos, almacenarlos y transportarlos adecuadamente, y evaluar las diversas posibilidades de tratamiento y eliminación.
De todos los residuos generados por las actividades de atención sanitaria, un 85% son desechos comunes, exentos de peligro, mientras que el 15% restante se considera material peligroso que puede ser infeccioso, tóxico o radiactivo. Fuente: OMS |
Si bien la mayor parte de los desechos en actividades quirúrgicas, médicas, de laboratorio o radiológicas son similares a la basura doméstica y no implican ningún peligro, existe una parte que sí resulta ser riesgosa. Estos últimos pueden calificarse en 5 categorías:
Si se incineran productos que contienen cloro, pueden liberar dioxinas y furanos, sustancias cancerígenas para el ser humano. Asimismo, realizar esta práctica en metales pesados o productos con alto contenido metálico –en particular, de plomo, mercurio y cadmio– puede provocar la dispersión en el medio de metales tóxicos.
Los incineradores de residuos peligrosos que cumplen con las normas internacionales de emisiones de gases operan a temperaturas de entre 850 y 1100 °C. Fuente: Comisión Europea |
La Regla de las Tres R –reducir, reutilizar y reciclar– ha evolucionado en los últimos años hacia las Cinco R: rechazar, reducir, reutilizar, reciclar y recuperar/reparar. La contaminación plástica es una de las que más amenaza a nuestro planeta y la industria médica está íntimamente vinculada con su uso, pues este material les ganó la pulseada al vidrio y a los metales.
De acuerdo con los datos de Practice Greenhealth –una organización no gubernamental que trabaja para que las instituciones de la salud se vuelvan más sustentables–, el 25% de los desechos generados en un hospital son plástico. A su vez, la omnipresente envoltura azul quirúrgica (surgical blue wrap) representa casi el 20% de todos los residuos de la sala de operaciones.
A partir de un programa de educación es posible reducir la generación de residuos en la sala de operaciones hasta un 67%, dependiendo de las medidas implementadas, cifra que puede alcanzar el 83% cuando se asocia a un programa de reciclaje. |
Una de las grandes oportunidades pasa, entonces, por conseguir aplicar la Regla de las Cinco R en el ámbito médico. Múltiples elementos que se utilizan a diario pueden reciclarse, como los envoltorios de esterilización, las botellas plásticas con soluciones para irrigación, las bandejas quirúrgicas y el Tyvek, entre otros.
En ese sentido, se puede ahorrar dinero y cuidar el medio ambiente al reformular suministros que vienen incluidos en los kits de cirugía y que, rara vez, se utilizan. Se evita, así, su compra innecesaria y su eliminación.
Existen otras alternativas: en Estados Unidos, por ejemplo, el fabricante de automóviles Ford está produciendo batas reutilizables a partir de materiales de los airbags que pueden lavarse hasta 50 veces, mientras que la Universidad de Nebraska se encuentra probando si la luz ultravioleta podría descontaminar y prolongar la vida de los barbijos quirúrgicos.
En Argentina, el 28% de los establecimientos de atención de salud tienen internación, la cual complejiza la tarea de separar y gestionar los residuos debido a que implica mayor uso de insumos. Fuente: Ministerio de Salud
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Asimismo, siguiendo la legislación nacional, muchos hospitales argentinos vienen capacitando a profesionales de diferentes disciplinas sobre gestión de residuos de Establecimientos de Atención de la Salud (EAS). El objetivo principal es el de sensibilizar, asesorar y capacitar a médicos de todo el país para que puedan ser protagonistas del proceso.
Así, cada sector puede identificar las corrientes residuales y los tipos de desechos que se generan de acuerdo a la materia prima utilizada. La disposición de diferentes bolsas, contenedores y cuartos de acopio según el tipo de residuos generados por las diferentes áreas es otra de las herramientas más implementadas.
Las opciones son múltiples y los motivos, más que urgentes. La sustentabilidad es, al mismo tiempo, un reto y una oportunidad para el sector médico, que puede tomar decisiones que realmente marquen la diferencia. Solo es necesario comprometerse y recurrir a soluciones innovadoras.